Lo he dicho un centenar de veces, y de seguro lo seguiré haciendo en el futuro: los seres humanos, por naturaleza, no estamos programados para la fidelidad. Ser infiel es una cuestión biológica, y la fidelidad es un principio social. Lo cierto es que las relaciones perfectas son para los cuentos de hadas —menos del 6% de las especies practican la monogamia—.

La infidelidad ha sido y seguirá siendo un espinoso tema a tratar en la relación de pareja, así para mucha gente resulte imperdonable. Ahora que lo lee, si a usted le llegaran a ser infiel ¿Qué haría?

En el infiel es permanente la atención dispersa hacia otras personas, así como la construcción de un código moral único, con matizaciones propias que le permiten encajar cómodamente la infidelidad en su vida, sin sobresaltos emocionales.

La ciencia y la psicología lo han investigado, son muchas las páginas escritas al respecto, pero aún continúan los interrogantes. La National Library of Medicine  de EE. UU. descubrió una variante genética que influía sobre la hormona vasopresina, la cual se relacionó con los vínculos emocionales; por su parte el Instituto Karolinska en Estocolmo analizó el ADN de 552 pares de gemelos, y encontró la versión de un gen —variante 334—, concluyendo que los hombres con dos copias de dicha variante, mostraron el doble de posibilidades de ser infieles; por otro lado, se ha establecido que la infidelidad se relaciona con la mutación del gen DRD4, en hombres y mujeres.

Los estudios demuestran que existen muchas razones por la cual los humanos somos infieles, y no hace falta que uno sea atractivo, rico, poderoso, carismático o intelectual. La infidelidad ha existido imperecederamente, ahí está y seguirá su curso a lo largo de la humanidad —en mayor o menor grado—, pero siempre existirá, puesto que la monogamia no es una conducta “naturalmente evolutiva” de la especie humana, por lo tanto, la fidelidad es una decisión mutua y consciente de mantener el vínculo de forma exclusiva con una sola persona, algo para lo que no hay suficiente disposición en la actualidad.

Perdonar no resulta fácil, muchas personas, aún siendo infieles de tiempo completo y de larga data, le es difícil el perdón, ya sea que se trate o no de una presión social o de un prejuicio moral —aun hoy vigente en la sociedad—.

Al 75% de los hombres se les hace imposible perdonar, mientras que el 72% de las mujeres estaría dispuesta a hacerlo: ambos casos mediados por el ego, sentimientos, hijos y años de relación de pareja, lo cual hace que el viraje de la perspectiva futura no cambie.

A la hora de perdonar una infidelidad, no se puede correr el riesgo de utilizar el indulto como nefasto fusible para chantajear, ya que se trata de borrón y cuenta nueva, es decir, perdonar y olvidar.

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